¡Cuánto siento que el querido amigo y maestro Frederik Kiesler (1890-1965), arquitecto, escultor, pintor, diseñador, poeta –entre otras cosas- y uno de los más admirables artistas de este siglo, no haya conocido las obras de Mahia Biblos! Le hubieran fascinado y estoy seguro de que él habría encontrado mejor que nadie las palabras acertadas sobre su sentido y contenido.

A mí también me gustan mucho. Sin embargo, me desconciertan a la vez.

No estoy seguro de si son "escultura textil", "tejidos espaciales" o "construcciones de lana y cuerdas". Lo que si reconozco es que en cada una de estas obras la artista trata de enfrentar un problema distinto, aunque siempre relacionado con el espacio. No se contenta, como la mayoría de sus colegas, con la repetición de una idea plástica para llenar una sala de exposiciones con las variaciones sobre un tema.

Lo que más le preocupa es la creación de espacios vivos. Obviamente, eligió el material textil por las múltiples posibilidades que ofrece en flexibilidad, colores y texturas.

Los objetos que salen de su taller, aunque bellos y equilibrados, sobrepasan generalmente los cánones establecidos por la estética escolar. Se vuelven magia pura (o impura), magia de espacios imaginarios. ¿Qué puede uno decir que sea mejor?

Revista Arquitecto
Enero/febrero 1979, Año 3, No. 12